Sus restos fueron descubiertos en 1987 por los arqueólogos peruanos Walter Alva y Luis Chero Zurita junto a su equipo arqueológico. Este hallazgo marcó un importante hito en la arqueología del continente americano porque, por primera vez, se halló intacto y sin huellas de saqueos, un entierro real de una civilización peruana anterior a los incas. El ataúd de madera en que fue enterrado fue el primero en su tipo que se encontró en América y reveló la magnificencia y majestuosidad del único gobernante y guerrero del antiguo Perú encontrado hasta la fecha de su descubrimiento, cuya vida transcurrió alrededor del año 250 de la era actual.
Su descubrimiento se realizó en el centro poblado de Sipán en Chiclayo, anexo de Saltur del distrito de Zaña; perteneció a la cultura Mochica que rendía culto al dios Ai Apaec como divinidad principal, y también adoraron al mar y la Luna.
Su origen está aún en discusión debido a que el historiador japonés Izumi Shimada le atribuye un nuevo origen, a otra cultura distinta a la mochica; normalmente se le atribuye a la cultura Lambayeque, aunque muchas personas confunden este origen, al estar situados prácticamente en la misma zona (valle de Moche). Se diferencian estas culturas por el refinado trabajo de orfebrería que realizaron.
Vista la importancia del hallazgo, Walter Alva impulsó la construcción del Museo Tumbas Reales de Sipán, que fue inaugurado en el 2002. Está ubicado en Lambayeque, y su edificación se inspiró en las antiguas pirámides truncadas de la prehispánica Civilización Moche (siglo I a VII d. C.). El museo custodia más de dos mil piezas de oro.
Sin lugar a dudas, el principal atractivo es la tumba del Señor de Sipán, con sus acompañantes y sus respectivos ajuares funerarios. En algunos museos de Lima y en el Palacio de Gobierno existen salas donde se encuentran y exponen alguna ropas, armas, etc, del Señor de Sipán y hasta una forma no original de su tumba, como está organizada y su estructura.
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